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  • La escasez

    Es uno de nuestros miedos más extendidos. En la medida de nuestras posesiones, nos sentimos seguros, tranquilos, valiosos… Al proyectar en lo que poseemos, cosas de vital importancia para nosotros como: seguridad, tranquilidad, valía, no es de extrañar que luchemos como titanes para no perderlas.

    Sin embargo, hay un antídoto muy sencillo para el miedo a la escasez y se llama agradecimiento. Demos las gracias por todo lo que estamos viviendo, por lo que en este momento nos regala el universo: despertarnos cada día; el paseo con alguien que amamos; esa comida que disfrutamos; la música que nos abrió al sentimiento; ese silencio en soledad… Cada día se suceden un sinfín de cosas que nos hacen sentir plenos, pero que no reparamos en ellas. Al agradecerlas tomamos consciencia de la abundancia que somos.

    El victimismo habla de miedo, la alegría de vivir de confianza en la vida. Cuando confiamos, la vida en cada momento nos ofrece lo que necesitamos para comprenderla. La comprensión es poner amor al entendimiento, abrirnos a la conciencia.

    Gracias por leerme.

     

     

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  • Soledad

    Al vivir desconectados y separados de cuanto nos rodea, creemos estar solos y de ahí proviene uno de los mayores miedos que nos atenazan: la soledad.

    En realidad, aunque sea inconscientemente, nos acercamos a los demás para sentir que nos valoran, que nos quieren, reconocimiento. Una y otra vez aparece nuestro niño, que incansablemente pide cariño. Esto nos ocurre en todos los ámbitos: en las amistades, familia, pareja, trabajo, etc.

    Es por ello que nos acercamos a personajes, que alimentan esas carencias y fortalecen aquello en donde nos sentimos deficitarios, en vez de compartir con personas que vibran en sintonías afines.

    Sin embargo, al comprender que formamos una unidad, que va muchísimo más allá de donde termina nuestro contorno, sentimos que siempre estamos en compañía. Cuando sentimos la vida que somos, reconocemos toda la vida que tenemos alrededor.

    No sé si sólo puede ser así, pero solamente en la soledad he escuchado mi interior y me he sentido profundamente acompañada y en paz. He comprendido que la soledad es una oportunidad que te ofrece la vida, para compartir contigo misma. Si no le pones nombre ni la juzgas y simplemente la vives en vez de sufrirla, te muestra en absoluto silencio la belleza de la libertad.

    No hay mayor soledad que la que se siente en compañía.

     

     

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  • Despertar

    Siempre me he planteado el despertar como algo cercano. En realidad, siento que hay momentos en nuestra vida en donde estamos despiertos, aunque sea un segundo, un minuto… Momentos de plenitud, en donde no sabemos porqué, sentimos una gran conexión, una inmensa tranquilidad. Es entonces cuando rápidamente intentamos buscar esa causa fuera, puesto que no concebimos sentirla por nosotros mismos. Por ello le llamamos de distintas formas: tener amor, amistades, un bello paisaje, una gran fiesta…En la medida en que consideramos «despertar» algo inalcanzable, lo alejamos de nuestra campo, cuando precisamente nuestra naturaleza es estar despiertos. De hecho, cada mañana despertamos de un sueño.

    Si poco a poco vamos familiarizándonos con su significado, tomando consciencia y comprendiendo su verdadero alcance, obviamente nos acercamos a experiencias en donde podemos reconocerlo.

     

     

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  • Amo lo que hago

    Una de las cosas más difíciles de averiguar, es la misión para la que hemos venido a esta vida: nuestro don. Encontrarlo, realizarlo y dedicarte a aquello para lo que estás mejor dotado.

    Cuando hallas esa llave, todas las cerraduras se abren desencadenando un mecanismo retardado de apertura.

    Al amar lo que haces, la idea de trabajo se desvanece y entras en el disfrute del quehacer, dedicándole toda la atención y obteniendo así resultados precisos y necesarios, que dan sentido a la vida.

    Cuando se produce esa conexión con la parte que nos toca realizar, conocemos nuestro papel en el puzle cósmico, provocando un alineamiento con nuestro entorno. Así conseguimos salir del aspecto egocentrado y comprendemos que estamos contribuyendo al beneficio común.

    Resulta muy gratificante la contribución al bienestar de los demás, puesto que potencia una de nuestras cualidades más poderosas: el amor.

    En mi caminar, la vida poco a poco me ha ido demostrando, que lo que llamaba errores o fracasos, eran nuevas oportunidades para emprender caminos que me condujesen a lugares concretos.

    Es importante no desesperanzarse cuando no conseguimos lo que queremos. Ser conscientes de que no hay que abandonar los proyectos que anhelamos, solamente buscar nuevas sendas para materializarlos.

    Al final, todo se va poniendo en su sitio.

     

     

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  • Aceptación

    Un día comprendí, después de mucho ir y volver, que la vida no era aquello que yo había previsto o deseado. Que todos mis esfuerzos en crear unos requisitos para que sucediera: «la felicidad», era una película que se proyectaba en mi cabeza y que no tenía nada que ver con lo que realmente era vivir.

    Cuanto más me empecinaba en que acontecieran las cosas, más consciente era de la manipulación que intentaba ejercer. Estaba atrapada en mi propia insatisfacción.

    Hasta que decidí soltar las riendas y simplemente dejar que la vida me encontrara, dejar que me mostrara el camino de vuelta a mi verdadero hogar, a aquello de lo que me había separado.

    Eso fue una auténtica liberación y el principio de un encuentro.

     

    Entre las orillas del dolor y el placer
    fluye el río de la vida.
    Sólo cuando la mente se niega
    a fluir con la vida
    y se estanca en las orillas,
    se convierte en un problema.

    Fluir con la vida quiere decir aceptación;
    dejar llegar lo que viene
    y dejar ir lo que se va.

    Tú no eres lo que sucede,
    eres a quien le sucede.

    Sri Nisargadatta

     

     

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  • La respuesta está en la propia pregunta

    En principio, el concepto profundo de este enunciado parece paradójico, pero cuando hallamos la esencia de lo que entraña, nos resulta de extrema utilidad en nuestro día a día.

    Es como lo que nos pasa cada vez que aparece en nuestra vida un personaje, que nos hace sentir un profundo rechazo. Lo único que nos está haciendo ver, es eso que rechazamos de nosotros mismos, pero que está profundamente anclado. Esas personas que nos encontramos en nuestro devenir, nos des-cubren nuestros velos sobre lo rechazado, nos brindan una bella oportunidad de conocimiento. Si utilizamos ese espejo para vernos con perspectiva, nos resultará más fácil adentrarnos en esa mirada esclarecedora.

    Pues bien, lo de la pregunta posee el mismo talante. Cuando nos hacemos una pregunta profunda, en realidad tenemos que mirar qué es lo que estamos buscando en la respuesta, cuales son las claves que nos han llevado a la pregunta. Al desentrañar ese jeroglífico, estaremos viendo lo que esconde.

    Nuestro día a día con sus miles de anécdotas, nos está proveyendo de una información valiosísima, porque actuamos inconscientemente y ahí radica todo nuestro potencial de indagación.

     

     

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  • La belleza está en los ojos de quien mira

    Nuestra percepción es quien está dando forma a lo observado. Igual que nuestra actitud frente a una circunstancia concreta, es la que crea la vivencia producida.

    La belleza no está fuera de nosotros, solamente la estamos proyectando, ya que si no fuéramos esa belleza no podríamos sentirla.

    Cuando nos sentemos frente a un bello paisaje que nos transmita: paz, armonía, grandeza; vamos a recoger todos esos sentimientos y darnos cuenta que ya están en nosotros, sin atribuírselos al paisaje.

    Así poco a poco iremos siendo conscientes de nuestras cualidades.

     

     

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  • La pérdida

    Qué ocurre cuando perdemos, cuando el control cesa, cuando la zona de confort desaparece…, simplemente que aparecen los miedos con sus diferentes formas.

    Las pérdidas sobre lo que nos apoyábamos: ruptura de pareja, muerte de ser querido, cese de trabajo, o cualquier pilar al que estábamos agarrados, nos abren una oportunidad maravillosa para crecer; para abrirnos a la incertidumbre y la intuición; para cambiar lo predecible, por lo impredecible; para poner creatividad en nuestra vida; para vivir con presencia. Porque toda pérdida lleva consigo una ganancia.

    El problema es que ese cataclismo que sacude nuestro ego, la mayor parte de las veces, le hace responder como al niño que ha perdido el juguete que tanto ansiaba y que sin él ya no está dispuesto a seguir jugando.
    No nos damos cuenta que la vida nos presenta un nuevo juego sin reglas, para que nos adentremos en él a experimentar nuestra propia naturaleza.
    Pero seguimos con la pataleta y nos apoyamos ahora en un nuevo pilar: el del dolor por la pérdida, cosa que nuestra sociedad nos refrenda y así sigue alimentando nuestro personaje.

    ¿Qué tememos?: la soledad, el vacío, mirarnos…, todo aquello que únicamente nos conduce a encontrarnos.

    En realidad a quien tememos es a nosotros mismos.

     

     

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  • Identidad frente a identificación

    La identificación es justo lo opuesto a la identidad.

    El identificarte con algo, se presenta en el plano de las ideas y sencillamente resulta limitante. Al encerrarte en una forma ya establecida, siempre faltarán formas para identificar a tod@s y por eso es reduccionista.

    ¿Cómo podemos limitar la inmensidad que somos a una única forma cerrada? Ya en sí mismo el enunciado se cae por su propio peso, sin entrar en el detalle de que lo que «somos» no es la forma.

    Frente a la eterna pregunta de ¿quién soy?, la solución no está en buscar más formas para identificarse, es el momento de empezar a hablar de identidad y no de identificación.

    La identidad es lo que en verdad eres. Al no asociarse a la forma, a lo externo, te coloca en un plano muy diferente, te coloca en lo auténtico que hay en ti, en lo no tangible, en tu verdadera esencia. Te sugiere que hay un interior para experienciar, para ser creativo, para no seguir uniformado. Hay que abrirse a la abstracción y abandonar la mente concreta…

    Es el momento de aprender que para que exista algo, no es necesario que previamente sea nombrado. Al ponerle nombre creemos que lo entendemos, pero no hay que ponerle nombre, simplemente consciencia.

     

    http://www.paula.cl/reportaje/las-nuevas-categorias-sexuales/

     

     

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  • El amor como medio de transporte

    Hace tiempo que decidí subirme a esa moto. Debo confesar que no siempre use una cilindrada alta, porque al carecer de una gran altura, no me daba seguridad no llegar con los pies al suelo, pero entonces descubrí la custom y me di cuenta que podía conducir grandes cilindradas, con los pies en el suelo y total seguridad.

    Y claro, cuando te acostumbras a viajar a lomos del amor, ya no hay camino de retorno.

    El amor te procura:

    –          Seguridad: porque al abrirte a tus propios afectos, ves y comprendes los de los demás.

    –          Confianza: porque simplemente te conecta con tu alrededor.

    –          Energía: porque es un combustible imperecedero.

    Empieza a viajar con él, aunque tengas que comenzar pedaleando…

     

     

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