“El poder de lo oscuro”.
Hay personas que tienen una facilidad vertiginosa para acercarse a las penas, a las desgracias ajenas. Se identifican con ellas y así pueden dar salida a la insatisfacción que sienten, que de otra manera no podría verse justificada.
Sus vidas discurren por senderos “normales” y por tanto no pueden quejarse de nada, es entonces cuando necesitan hacer suyas las quejas ajenas, reclamar cariño. Son actitudes inconscientes e infantiles.
Me recuerdan cuando era niña, que una tirita, con herida incluida, en realidad era una condecoración a tus osadías y un vehículo fantástico para que te prestaran atención, para que te mimaran. Si algún niño llevaba un yeso que hablaba de una fractura, eso ya era el acabose, el pasaporte a la fama.
Afortunadamente, nunca tuve tanta fama…