Cuando el dolor nos embarga y parece imposible abandonarlo, vamos a utilizarlo como trampolín de experiencia. Es como cuando estás nadando contra corriente y no hay forma de alcanzar la orilla, es más efectivo dejarte llevar por la corriente, hasta que te conduce cerca de las rocas, para desde ahí salir del mar.
En esas etapas de sufrimiento, cuando el recuerdo de lo pasado es tan doloroso que arrastra y el futuro tan incierto que no calma, vamos a poner toda nuestra atención en el presente.
Así nos damos cuenta que es el único bálsamo que nos queda, porque es la única realidad que hay. Pasado y futuro deambulan en nuestra mente y nos arrastran en un bucle sin fin.
Agradezco a los dolores intensos que me han conducido a lugares insospechados, que de otra forma, es muy probable, no hubiera alcanzado.