Nadie deja de escribir porque tenga mala letra, ni porque no sea un buen escritor, sin embargo cuando juzgamos que no somos buenos dibujantes, abandonamos esa práctica que desde niños nos hacía sentir tan bien.
Dibujar nos permite expresar sin un orden lógico y dejarnos llevar por nuestra espontaneidad, comprendiendo automáticamente el mensaje. La mayoría de personas conectan rápidamente con los dibujos, captando instantáneamente su atención. Es un lenguaje universal, puesto que carece de idioma. Comprensible para todos, sin importar la edad, un niño que no sepa leer re-conoce un dibujo.
Sin lugar a dudas es un acto meditativo, fijaros lo que ocurre a muchas personas, con los garabatos automáticos mientras hablan por teléfono, o cuando escuchan una charla. No nos damos cuenta de lo que nuestros dedos van construyendo, simplemente dejamos que dancen a través del papel.
Esos garabatos inconscientes nos relajan. Como no pretendemos nada con ellos, no los juzgamos. Es como vaciar la mente de preocupaciones, dejándolas en el papel. Produce un efecto completamente liberador.
¿Por qué entonces hemos abandonado esas cualidades?
¡RECUPERÉMOSLAS!
Os participo que a mí, pintar y dibujar es lo único que realmente me teletransporta y me coloca, sencillamente, en la felicidad del equilibrio, sin preámbulos.
