Cuando se pinta desde el alma, la pintura es autobiográfica.
Al haberme pasado la vida pintando, seguro que en esas pinceladas surgidas a través de los años, he escrito una novela coloreada.
Me recuerdo desde siempre pintando, incluso cuando mi madre (que dibujaba muy bien), me ayudaba en mis deberes escolares.
Cuando empecé a estudiar pintura mural, me gustaba subirme a los andamios para pintar al fresco. Tenía un matiz mágico, que fuera el propio muro el que absorbiera algo tan primario como un pigmento en polvo diluido en agua. Debía centrarme, ya que sólo disponía de unas horas para trabajar. Cuando la pared preparada se secaba, dejaba de absorber el pigmento. Todo ese proceso me seducía, por su simplicidad y a la vez por sus resultados.
La facultad era mi estudio y lo aprovechaba al máximo. Cada noche aparecían los conserjes a recordarme, que era hora de irme a casa y de ellos cerrar las aulas. Estaba embebida de pintura.
Esa relación cercana que mantenía con ellos posibilitó que me abrieran la facultad un fin de semana, para que el galerista Salvador Riera viniera a ver mis cuadros. De ahí nació mi primera exposición individual en una de las principales galerías de Barcelona: “Dau al set”. Aún no había terminado la carrera.
Obtuve una beca de investigación durante cuatro años. Paralelamente disfruté de otra beca en el extranjero, que es la que me llevó a la Universidad de París VIII, en donde elaboré el proyecto: “El Cubo Sistemático”, un método de autoconocimiento y autoevaluación a través de la pintura.
Continué desarrollando ese proyecto durante tres años más, en la Universidad de Besançon (Francia).
Ese método nacido en París entre 1988 y 1991, diecinueve años después fue el origen de “RecreArte”.
Estaba entregada completamente a la pintura, encerrada en mi estudio pintando. Las exposiciones se iban sucediendo y mostrando mi evolución. Ella ocupaba toda mi atención.
El acto de creación es sobradamente placentero, pero había una desincronización cuando exponía la obra tiempo después. Compartía con el público sentimientos que el tiempo había ido diluyendo y que a su vez removían mi pasado. Eso me hacía relacionar presente y presencia.
Me fui alejando de exponerme en las exposiciones y acercando a la meditación, pero sin dejar de pintar, ya que invariablemente es una necesidad vital. Desde siempre, la pintura me hace tremendamente feliz y me conecta con algo, que trasciende lo que nuestra mente comprende.
Había algo que no terminaba de cuadrar entre lo que sentía al crear y la comercialización de lo creado. Continuamente he vivido el arte como un vehículo potentísimo, capaz de trascender civilizaciones. Tenía que encontrar otra forma de utilizarlo…
La pintura y la búsqueda personal caminan de la mano, porque son expresiones de lo mismo. Ya en la adolescencia leía a Freud y Ronald D. Laing y la anti-psiquiatría. Empecé a practicar yoga, cuando en aquellos años era poco usual.
Me alejaba de las exposiciones y me acercaba a las enseñanzas del budismo tibetano y de la meditación con un lama.
Del budismo pasé al trabajo de Antonio Blay, del que me interesa su fusión entre Oriente y Occidente. Utiliza un lenguaje sencillo, que hace comprensible para Occidente la filosofía oriental y con un aporte nuevo que es: “la reeducación”.
Empecé a comprender a los sabios: Ramana Maharshi, Krishnamurti y sin lugar a dudas mi preferido, Nisargadatta Maharaj y toda la corriente “Advaita Vedanta” (no dualidad).
Con el tiempo, comprendí que lo que hacía mientras pintaba era meditar. Aquello que surgía de una manera espontánea tenía un significado profundo de conexión conmigo misma. Todas esas experiencias son las que realmente me han permitido comprender la verdad, de una forma irrefutable.
Seguía pintando, conociéndome y aprendiendo a des-identificarme de mi obra. Despersonalizándola evitaba el dolor de desprenderme de ella y me procuraba libertad para nuevos retos. Anteriormente había investigado materiales diversos: cristales de laboratorio (cubreobjetos y portaobjetos); ojos de cristal soplados a mano; cristales graduados de gafas y p.v.c. de espejo que deformaban la visión… Esos nuevos materiales los incorporaba como pinceladas corpóreas. Buscaba retos que me plantearan la pintura como algo nuevo cada día.
Ahora, después de esa búsqueda, necesitaba un trabajo de desnudez, de volver a la mínima expresión, de conectar con lo más primario. Entonces volví a pintar con las manos, como en mis inicios.
Me acerqué a distintos trabajos de autoconocimiento, para experimentar otras perspectivas: el teatro, la danza, la voz, etc. Para concluir que la expresión artística es la forma más directa de conectar con tus adentros y en la que no interviene la mente.
Compartiendo mis experiencias, constataba que contagiaba a otras personas el anhelo de descubrir lo profundo, lo indeleble. De esta forma natural se produjo la comprensión de mi nueva etapa. Descubrí esa nueva vertiente de utilizar el arte, que años atrás buscaba. En ese momento se fusionaron mis dos trabajos de vida: la pintura y el autoconocimiento.
Creé mi primera web en el año 2004 y el centro “RecreArte” en el 2010. Un espacio al que dedico toda mi energía y mi amor, incluso trabajándolo con mis propias manos, para poder mostrar y compartir mi trabajo. Es un lugar provisto de una energía muy especial, que se ha ido depositando a partir de las horas dedicadas a la meditación y a la creación. Me gustaría que fuera un haz de luz y de contagio, para todas aquellas personas que se acerquen por aquí.
RecreArte está dedicado a transmitir la convicción de que, el acto creativo en sí mismo, es un trabajo de autoconocimiento, pero que además hay que dotarlo de consciencia para interiorizarlo. Las sesiones que realizamos nos posibilitan conectarnos. Pero no solamente con nuestro interior, también entre los participantes. Se diluye el tú y el yo, experimentamos la unidad, la conciencia del arte.
Me siento una privilegiada habiendo encontrado una misión de vida, que va más allá de lo personal. Sin lugar a dudas, ayuda a mi propia evolución.
Al haberme pasado la vida pintando, seguro que en esas pinceladas surgidas a través de los años, he escrito una novela coloreada.
Me recuerdo desde siempre pintando, incluso cuando mi madre (que dibujaba muy bien), me ayudaba en mis deberes escolares.
Cuando empecé a estudiar pintura mural, me gustaba subirme a los andamios para pintar al fresco. Tenía un matiz mágico, que fuera el propio muro el que absorbiera algo tan primario como un pigmento en polvo diluido en agua. Debía centrarme, ya que sólo disponía de unas horas para trabajar. Cuando la pared preparada se secaba, dejaba de absorber el pigmento. Todo ese proceso me seducía, por su simplicidad y a la vez por sus resultados.
La facultad era mi estudio y lo aprovechaba al máximo. Cada noche aparecían los conserjes a recordarme, que era hora de irme a casa y de ellos cerrar las aulas. Estaba embebida de pintura.
Esa relación cercana que mantenía con ellos posibilitó que me abrieran la facultad un fin de semana, para que el galerista Salvador Riera viniera a ver mis cuadros. De ahí nació mi primera exposición individual en una de las principales galerías de Barcelona: “Dau al set”. Aún no había terminado la carrera.
Obtuve una beca de investigación durante cuatro años. Paralelamente disfruté de otra beca en el extranjero, que es la que me llevó a la Universidad de París VIII, en donde elaboré el proyecto: “El Cubo Sistemático”, un método de autoconocimiento y autoevaluación a través de la pintura.
Continué desarrollando ese proyecto durante tres años más, en la Universidad de Besançon (Francia).
Ese método nacido en París entre 1988 y 1991, diecinueve años después fue el origen de “RecreArte”.
Estaba entregada completamente a la pintura, encerrada en mi estudio pintando. Las exposiciones se iban sucediendo y mostrando mi evolución. Ella ocupaba toda mi atención.
El acto de creación es sobradamente placentero, pero había una desincronización cuando exponía la obra tiempo después. Compartía con el público sentimientos que el tiempo había ido diluyendo y que a su vez removían mi pasado. Eso me hacía relacionar presente y presencia.
Me fui alejando de exponerme en las exposiciones y acercando a la meditación, pero sin dejar de pintar, ya que invariablemente es una necesidad vital. Desde siempre, la pintura me hace tremendamente feliz y me conecta con algo, que trasciende lo que nuestra mente comprende.
Había algo que no terminaba de cuadrar entre lo que sentía al crear y la comercialización de lo creado. Continuamente he vivido el arte como un vehículo potentísimo, capaz de trascender civilizaciones. Tenía que encontrar otra forma de utilizarlo…
La pintura y la búsqueda personal caminan de la mano, porque son expresiones de lo mismo. Ya en la adolescencia leía a Freud y Ronald D. Laing y la anti-psiquiatría. Empecé a practicar yoga, cuando en aquellos años era poco usual.
Me alejaba de las exposiciones y me acercaba a las enseñanzas del budismo tibetano y de la meditación con un lama.
Del budismo pasé al trabajo de Antonio Blay, del que me interesa su fusión entre Oriente y Occidente. Utiliza un lenguaje sencillo, que hace comprensible para Occidente la filosofía oriental y con un aporte nuevo que es: “la reeducación”.
Empecé a comprender a los sabios: Ramana Maharshi, Krishnamurti y sin lugar a dudas mi preferido, Nisargadatta Maharaj y toda la corriente “Advaita Vedanta” (no dualidad).
Con el tiempo, comprendí que lo que hacía mientras pintaba era meditar. Aquello que surgía de una manera espontánea tenía un significado profundo de conexión conmigo misma. Todas esas experiencias son las que realmente me han permitido comprender la verdad, de una forma irrefutable.
Seguía pintando, conociéndome y aprendiendo a des-identificarme de mi obra. Despersonalizándola evitaba el dolor de desprenderme de ella y me procuraba libertad para nuevos retos. Anteriormente había investigado materiales diversos: cristales de laboratorio (cubreobjetos y portaobjetos); ojos de cristal soplados a mano; cristales graduados de gafas y p.v.c. de espejo que deformaban la visión… Esos nuevos materiales los incorporaba como pinceladas corpóreas. Buscaba retos que me plantearan la pintura como algo nuevo cada día.
Ahora, después de esa búsqueda, necesitaba un trabajo de desnudez, de volver a la mínima expresión, de conectar con lo más primario. Entonces volví a pintar con las manos, como en mis inicios.
Me acerqué a distintos trabajos de autoconocimiento, para experimentar otras perspectivas: el teatro, la danza, la voz, etc. Para concluir que la expresión artística es la forma más directa de conectar con tus adentros y en la que no interviene la mente.
Compartiendo mis experiencias, constataba que contagiaba a otras personas el anhelo de descubrir lo profundo, lo indeleble. De esta forma natural se produjo la comprensión de mi nueva etapa. Descubrí esa nueva vertiente de utilizar el arte, que años atrás buscaba. En ese momento se fusionaron mis dos trabajos de vida: la pintura y el autoconocimiento.
Creé mi primera web en el año 2004 y el centro “RecreArte” en el 2010. Un espacio al que dedico toda mi energía y mi amor, incluso trabajándolo con mis propias manos, para poder mostrar y compartir mi trabajo. Es un lugar provisto de una energía muy especial, que se ha ido depositando a partir de las horas dedicadas a la meditación y a la creación. Me gustaría que fuera un haz de luz y de contagio, para todas aquellas personas que se acerquen por aquí.
RecreArte está dedicado a transmitir la convicción de que, el acto creativo en sí mismo, es un trabajo de autoconocimiento, pero que además hay que dotarlo de consciencia para interiorizarlo. Las sesiones que realizamos nos posibilitan conectarnos. Pero no solamente con nuestro interior, también entre los participantes. Se diluye el tú y el yo, experimentamos la unidad, la conciencia del arte.
Me siento una privilegiada habiendo encontrado una misión de vida, que va más allá de lo personal. Sin lugar a dudas, ayuda a mi propia evolución.
Gracias.
